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Mostrando entradas de marzo 6, 2017

"Para un corpiño", Manuel Gutiérrez Nájera

Manuel Gutiérrez Nájera Las campánulas hermosas, ¿sabes tú qué significan? Son campanas que repican en las nupcias de las rosas. -Las campánulas hermosas son campanas que repican. ¿Ves qué rojas son las fresas? Y más rojas si las besas... ¿Por qué es rojo su color? Esas fresas tan suaves son la sangre de las aves que asesina el cazador. Las violetas pudorosas, en sus hojas escondidas, las violetas misteriosas son luciérnagas dormidas. ¿Ves mil luces cintilantes tan brillantes cual coquetas, nunca fijas, siempre errantes? ¡es que vuelan las violetas! La amapola ya es casada; cada mirto es un herido; la gardenia inmaculada en la blanca desposada esperando al prometido. Cuando flores tú me pides y te mando "no me olvides". y esas flores pequeñitas que mi casto amor prefiere, a las blancas margaritas les preguntan; «¿No lo quiere?» «¡No me olvides!» Frescas flores te prodigan sus aromas y en tus hombros seductores se detienen las p

"Non omnis moriar", Manuel Gutiérrez Nájera

Manuel Gutiérrez Nájera ¡No moriré del todo, amiga mía! De mi ondulante espíritu disperso, algo en la urna diáfana del verso, piadosa guardará la poesía. ¡No moriré del todo! Cuando herido caiga a los golpes del dolor humano, ligera tú, del campo entenebrido levantarás al moribundo hermano. Tal vez para entonces por la boca inerme que muda aspira la infinita calma, oigas la voz de todo lo que duerme con los ojos abiertos de mi alma. Hondos recuerdos de fugaces días, ternezas tristes que suspiran solas; pálidas, enfermizas alegrías sollozando al compás de las violas... Todo lo que medroso oculta el hombre se escapará vibrante, del poeta, en áureo ritmo de oración secreta que invoque en cada cláusula tu nombre. Y acaso adviertas que de modo extraño suenan mis versos en tu oído atento, y en el cristal, que con mi soplo empaño, mires aparecer mi pensamiento. Al ver entonces lo que yo soñaba, dirás de mi errabunda poesía: era triste, vulgar lo que

"Madre naturaleza", Manuel Gutiérrez Nájera

Madre, madre, cansado y soñoliento   quiero pronto volver a tu regazo; besar tu seno, respirar tu aliento y sentir la indolencia de tu abrazo. Tú no cambias, ni mudas, ni envejeces;   en ti se encuentra la virtud perdida, y tentadora y joven apareces en las grandes tristezas de la vida. Con ansia inmensa que mi ser consume   quiero apoyar las sienes en tu pecho, tal como el niño que la nieve entume   busca el calor de su mullido lecho.   !Aire! ¡más luz, una planicie verde y un horizonte azul que la limite,   sombra para llorar cuando recuerde,   cielo para creer cuando medite! Abre, por fin, hospedadora muda,   tus vastas y tranquilas soledades, y deja que mi espíritu sacuda el tedio abrumador de las ciudades.   No más continuo batallar: ya brota   sangre humeante de mi abierta herida,   y quedo inerme, con la espada rota,   en la terrible lucha por la vida. ¡Acude madre, y antes que perezca   y bajo el peso, del dolor sucumba; o abre t

"Las mariposas", Manuel Gutiérrez Nájera

Manuel Gutiérrez Nájera Ora blancas cual copos de nieve, ora negras, azules o rojas, en miríadas esmaltan el aire y en los pétalos frescos retozan. Leves saltan del cáliz abierto, como prófugas almas de rosas y con gracia gentil se columpian en sus verdes hamacas de hojas. Una chispa de luz les da vida y una gota al caer las ahoga; aparecen al claro del día, y ya muertas las halla la sombra. ¿Quién conoce sus nidos ocultos? ¿En qué sitio de noche reposan? ¡Las coquetas no tienen morada!... ¡Las volubles no tienen alcoba!... Nacen, aman, y brillan y mueren, en el aire, al morir se transforman, y se van sin dejarnos su huella, cual de tenue llovizna las gotas. Tal vez unas en flores se truecan, y llamadas al cielo las otras, con millones de alitas compactas el arco iris espléndido forman. Vagabundas, ¿en dónde está el nido? Sulamita, ¿qué harén te aprisiona? ¿A qué amante prefieres, coqueta? ¿En qué tumbas dormís, mariposas? ¡Así vuelan y pasan y

"Las novias pasadas son copas vacías..." Manuel Gutiérrez Nájera

Manuel Gutiérrez Nájera Las novias pasadas son copas vacías; en ella pusimos un poco de amor; el néctar tomamos...huyeron los días... ¡Traed otras copas con nuevo licor! Champán son las rubias de cutis de azalia; borgoña los labios de vivo carmín; los ojos oscuros son vino de Italia, los verdes y claros son vino del Rhin. Las bocas de grana son húmedas fresas; las negras pupilas escancian café; son ojos azules las llamas traviesas que trémulas corren como almas del té. La copa se apura, la dicha se agota; de un sorbo tomamos mujer y licor... Dejemos las copas...Sí queda una gota, ¡Que beba el lacato las heces del amor! Manuel Gutiérrez Nájera (1859-1895), escritor mexicano famoso ante todo como poeta, pero escribió también cuentos, crónicas y artículos y otros textos tipo ensayo. ______________ Letras de acá y de allá. Blog de literatura.

"La duquesa Job", Manuel Gutiérrez Nájera

                                                                  A Manuel Puga y Acal En dulce charla de sobremesa, mientras devoro fresa tras fresa y abajo ronca tu perro Bob, te haré el retrato de la duquesa que adora a veces el duque Job. No es la condesa que Villasana caricatura, ni la poblana de enagua roja que Prieto amó; no es la criadita de pies nudosos, ni la que sueña con los gomosos y con los gallos de Micoló. Mi duquesita, la que me adora, no tiene humos de gran señora; es la griseta de Paul de Kock. No baila "boston ", y desconoce de las carreras el alto goce, y los placeres del "five o'clock". Pero ni el sueño de algún poeta, ni los querubes que vio Jacob, fueron tan bellos cual la coqueta de ojitos verdes, rubia griseta que adora a veces el duque Job. Si pisa alfombra no es en su casa, si por Plateros alegre pasa y la saluda Madame Marnat, no es, sin disputa, porque la vista, sí porque a casa

"La misa de las flores", Manuel Gutiérrez Nájera

Manuel Gutiérrez Nájera Boileau se queda en el aula y Voltaire en la ciudad. ¡Musa, al campo! ¡Abre la jaula! ¡Señores versos, entrad! Alce la oda en el bosque su deslumbrante oriflama; que la sátira se enrosque y que brinque el epigrama. Beba el madrigal coqueto en los lirios vino blanco, y pensativo el soneto descanse en rústico banco. Tenue, frígido remusgo entre los alcores sopla. ¡Cuántas perlas en el musgo hay para tu cuello, copla! Despierta, perezosilla: despierta, que viene el alba... Para hacerte una sombrilla cortó Robín esta malva. Deja tu alcoba: el jazmín no en blanco reposo olvides, que te aguarda tu escarpín, tu pequeño no me olvides. La persiana de cristal que anoche tejió la escarcha en tu cámara nupcial rompe de un soplo, ¡y en marcha! Ya no triste soliloquia el nocturno ruiseñor, y el gorrión madrugador llama a misa en la parroquia. Vamos al templo. Hoy es fiesta. Tulipán dirá el sermón; en la misa, gran orquest

"Hojas secas", Manuel Gutiérrez Nájera

Manuel Gutiérrez Nájera ¡En vano fue buscar otros amores! ¡En vano fue correr tras los placeres, que es el placer un áspid entre flores, y son copos de nieve las mujeres! Entre mi alma y las sombras del olvido existe el valladar de su memoria: que nunca olvida el pájaro su nido ni los esclavos del amor su historia. Con otras ilusiones engañarme quise, y entre perfumes adormirme. ¡Y vino el desengaño a despertarme, y vino su memoria para herirme! ¡Ay, mi pobre alma, cuál te destrozaron y con cuánta inclemencia te vendieron! Tú quisiste amar ¡y te mataron! Tú quisiste ser buena ¡y te perdieron! ¡Tanto amor, y después olvido tanto! ¡Tanta esperanza convertida en humo! Con razón en el fuego de mi llanto como nieve a la lumbre me consumo. ¡Cómo olvidarla, si es la vida mía! ¡Cómo olvidarla, si por ella muero! ¡Si es mi existencia lúgubre agonía, y con todo mi espíritu la quiero! En holocausto dila mi existencia, la di un amor purísimo y etern

"Invitación al amor", Manuel Gutiérrez Nájera

Manuel Gutiérrez Nájera ¿Por qué, señora, con severa mano cerráis el camarín de los amores, si hay notas de cristal en el piano y en los jarrones de alabastro flores? ¿Por qué cerrar la habitación secreta y atar las rojas alas del deseo a la hora misteriosa en que Julieta oyó crujir la escala de Romeo? ¿Habré sido tal vez en vuestra vida rápida exhalación, perfume vago, sombra de un ave que en veloz huída se desvanece sin rugar el lago? ¿Nada os habló de nuestro amor perdido ni el lirio azul ni la camelia roja, ni la fuente de mármol esculpido que vuestras verdes parietarias moja? ¿Nada os habló de mí? Ni los carmines que os salen, si me veis, a la mejilla, ni vuestra alcoba azul, ni los cojines que dibujan, hundidos, mi rodilla ? ¿No oía la voz del viento que se estrella de vuestra reja en los calados bronces? Muy negra está la noche... como aquella y desierta la calle..., como entonces. ¡Ah! Vuestro labio sin piedad mentía, no ha muerto aún

"Mis enlutadas", Manuel Gutiérrez Nájera

Manuel Gutiérrez Nájera Descienden taciturnas las tristezas al fondo de mi alma, y entumecidas, haraposas, brujas,            con uñas negras          mi vida escarban. De sangre es el color de sus pupilas, de nieve son sus lágrimas, hondo pavor infunden... Yo las amo          por ser las solas          que me acompañan. Aguárdolas ansioso, si el trabajo de ellas me separa, y búscolas en medio del bullicio,          y son constantes,          y nunca tardan. En las fiestas, a ratos se me pierden o se ponen la máscara, pero luego las hallo, y así dicen:          -¡Ven con nosotras!          vamos a casa. Suelen dejarme cuando sonriendo mis pobres esperanzas como enfermitas, ya convalecientes,           salen alegres           a la ventana. Corridas huyen, pero vuelven luego y por la puerta falsa entran trayendo como nuevo huésped           alguna triste,             lívida hermana. Ábrese a recibirlas la infinita tiniebla de mi alma, y van

"El primer capítulo", Manuel Gutiérrez Nájera

Manuel Gutiérrez Nájera Cuando a la sala entré, la luz tenías del velador tras la bombilla opaca, y hundida muellemente en la butaca con languidez artística leías. Cerraste el libro al verme, nos hablamos, con gracia seductora sonreíste, los pliegues de tu traje recogiste y los dos frente a frente nos sentamos. Era blanca la bata que hasta el cuello en sus ondas flotantes te arropaba, y blanca aquella rosa que ostentaba, en sus bucles soberbios, tu cabello. ¡Cómo de aquellos ojos la negrura y tu morena y oriental belleza contrastaban, bien, con la frescura   de tus húmedos labios de cereza! ¡Cómo aquel rizo que en ligeras ondas encrespadas, rozándolo, el ambiente, caía apartado de tus trenzas blondas sobre el mármol corintio de tu frente! A veces tu cabeza sacudiendo, los indóciles bucles recogías, y la bata, al moverse, desprendiendo, tu opalina garganta descubrías. El pie, pequeño y tímido escondido, cuando tu cuerpo mórbido ondulaba, impacie