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Mostrando entradas de abril 6, 2017

"Cuando la vio pasar el pobre mozo" (Abrojos XVII), Rubén Darío

Rubén Darío ABROJOS - XVII Cuando la vio pasar el pobre mozo  y oyó que le dijeron: ¡Es tu amada!...              lanzó una carcajada,  pidió una copa y se bajó el embozo.  ¡Que improvise el poeta!                          Y habló luego  del amor, del placer, de su destino...  Y al aplaudirle la embriagada tropa,  se le rodó una lágrima de fuego,  que fue a caer al vaso cristalino.  Después, tomó su copa  ¡y se bebió la lágrima y el vino!  Rubén Darío Más poemas de Rubén Darío Más Poesía    |    Cuento    |    Letras de canciones    |    Inicio

"Cuando el carro de Apolo pasa", Rubén Darío

Rubén Darío Cuando el carro de Apolo pasa una sombra lírica llega junto a la cuadriga de brasa de la divinidad griega. Y se oyen como vagos aires que acarician a Buenos Aires: es el alma de Santos Vega. El gaucho tendrá su parte en los jubileos futuros, pues sus viejos cantares puros entrarán en el reino del Arte. Se sabrá por siempre jamás que, en la payada de los dos, el vencido fue Satanás y Vega el payador de Dios.  Rubén Darío Más poemas de Rubén Darío Más Poesía    |    Cuento    |    Letras de canciones    |    Inicio

"Cuando cantó la culebra", Rubén Darío

Rubén Darío ABROJOS - XVI Cuando cantó la culebra,  cuando trinó el gavilán,  cuando gimieron las flores,  y una estrella lanzó un ¡ay!;  cuando el diamante echó chispas  y brotó sangre el coral,  y fueron dos esterlinas  los ojos de Satanás,  entonces la pobre niña  perdió su virginidad.  Rubén Darío Más poemas de Rubén Darío Más Poesía    |    Cuento    |    Letras de canciones    |    Inicio

"La rosa niña", Rubén Darío

Rubén Darío LA ROSA NIÑA A Mademoiselle Margarita M. Guido Cristal, oro y rosa. Alba en Palestina.  Salen los tres reyes de adorar al rey,  flor de infancia llena de una luz divina  que humaniza y dora la mula y el buey. Baltasar medita, mirando la estrella  que guía en la altura. Gaspar sueña en  la visión sagrada. Melchor ve en aquella  visión la llegada de un mágico bien. Las cabalgaduras sacuden los cuellos  cubiertos de sedas y metales. Frío  matinal refresca belfos de camellos  húmedos de gracia, de azul y rocío. Las meditaciones de la barba sabia  van acompasando los plumajes flavos,  los ágiles trotes de potros de Arabia  y las risas blancas de negros esclavos. ¿De dónde vinieron a la Epifanía?  ¿De Persia? ¿De Egipto? ¿De la India? Es en vano  cavilar. Vinieron de la luz, del Día,  del Amor. Inútil pensar, Tertuliano. El fin anunciaban de un gran cautiverio  y el advenimiento de un raro tesoro.  Traían un símbolo de triple misterio,  portand

"Cosas del Cid", Rubén Darío

Rubén Darío COSAS DEL CID A Francisco A. de Icaza Cuenta Barbey, en versos que valen bien su prosa,  una hazaña del Cid, fresca como una rosa,  pura como una perla.  No se oyen en la hazaña  resonar en el viento las trompetas de España,  ni el azorado moro las tiendas abandona  al ver al sol el alma de acero de Tizona. Babieca descansando del huracán guerrero,  tranquilo pace, mientras el bravo caballero  sale a gozar del aire de la estación florida.  Ríe la Primavera, y el vuelo de la vida  abre lirios y sueños en el jardín del mundo.  Rodrigo de Vivar pasa, meditabundo,  por una senda en donde, bajo el sol glorioso,  tendiéndole la mano, le detiene un leproso. Frente a frente, el soberbio príncipe del estrago  y la victoria, joven, bello como Santiago,  y el horror animado, la viviente carroña  que infecta los suburbios de hedor y de ponzoña. Y al Cid tiende la mano el siniestro mendigo,  y su escarcela busca y no encuentra Rodrigo.  —¡Oh, Cid, una lim

"Convengo de cualquier modo" (ABROJOS - XLVI), Rubén Darío

Rubén Darío ABROJOS - XLVI Convengo de cualquier modo. No son raras hoy las víctimas, y es preciso, en el mercado donde todo se cotiza, que se derrame y se busque el material de la orgía... Pero una madre, ¡una madre! a su hija, Dios santo, ¡a su hija! ¡Oh, Alfredo de Musset! Dime si Rolla regateó con el diablo la tarifa, o con la madre monstruo tiró dados sobre el desnudo cuerpo de la niña.  Rubén Darío Más poemas de Rubén Darío Más Poesía    |    Cuento    |    Letras de canciones    |    Inicio

"Conspicuas guirnaldas de gloria", Rubén Darío

Ruben Darío Conspicuas guirnaldas de gloria a aquellos antiguos que hacen de bronce y de mármol la historia. Hoy los abuelos renacen en la floración de los nietos. Por sublimes amuletos lo antes soñado ahora existe, y la Argentina reviste su presente manto suntuario y piensa en los brillos futuros en la fiesta del Centenario. Ahora es cuando los videntes de los porvenires obscuros miran las estrellas polares, e interpretando los orientes cantan cármenes seculares. Hoy los cuatro caballos sacros las fogosas narices hinchan, como en versos y simulacros, huellan nubes, al sol relinchan, y a un más allá se encaminan marcando el cielo de huellas; mientras otros astros declinan ellos van entre las estrellas por obra de la ley eterna que el ritmo del orbe gobierna. Ante la cuadriga que crina de orgullos de Olimpo su llama, voz de augurio animador clama: ¡Hay en la tierra una Argentina!  Rubén Darío Más poemas de Rubén Darío Más Poesía    |    Cuento    |   

"Cómo era el instante, dígalo la musa", Rubén Darío

Rubén Darío GARCONNIÈRE a G. Grippa. Cómo era el instante, dígalo la musa  que las dichas trae, que las penas lleva:  la tristeza pasa, velada y confusa;  la alegría, rosas y azahares nieva. Era en un amable nido de soltero,  de risas y versos, de placer sonoro;  era un inspirado cada caballero,  de sueños azules y vino de oro. Un rubio decía frases sentenciosas:  negando y amando las musas eternas  un bruno decía versos como rosas,  dos sonantes rimas y palabras tiernas. Los tapices rojos, de doradas listas,  cubrían panoplias de pinturas y armas,  que hablaban de bellas pasadas conquistas,  amantes coloquios y dulces alarmas. El verso de fuego de D'Annunzio era  como un son divino que en las saturnales  guiara las manchadas pieles de pantera  a fiestas soberbias y amores triunfales. E iban con manchadas pieles de pantera,  con tirsos de flores y copas paganas  las almas de aquellos jóvenes que viera  Venus en su templo con palmas hermanas. V

"¿Cómo decía usted, amigo mío?" (Abrojos II), Rubén Darío

Rubén Darío ABROJOS - II ¿Cómo decía usted, amigo mío?  ¿Que el amor es un río? No es extraño.  Es ciertamente un río  que uniéndose al confluente del desvío,  va a perderse en el mar del desengaño.  Rubén Darío Más poemas de Rubén Darío Más Poesía    |    Cuento    |    Letras de canciones    |    Inicio

"Coloquio de los centauros", Rubén Darío

Rubén Darío Coloquio de los centauros A Paul Groussac En la isla en que detiene su esquife el argonauta  del inmortal Ensueño, donde la eterna pauta  de las eternas liras se escucha —isla de oro  en que el tritón elige su caracol sonoro  y la sirena blanca va a ver el sol— un día  se oye el tropel vibrante de fuerza y de harmonía. Son los Centauros. Cubren la llanura. Les siente  la montaña. De lejos, forman són de torrente  que cae; su galope al aire que reposa  despierta, y estremece la hoja del laurel-rosa. Son los Centauros. Unos enormes, rudos; otros  alegres y saltantes como jóvenes potros;  unos con largas barbas como los padres-ríos;  otros imberbes, ágiles y de piafantes bríos,  y robustos músculos, brazos y lomos aptos  para portar las ninfas rosadas en los raptos. Van en galope rítmico, Junto a un fresco boscaje,  frente al gran Océano, se paran. El paisaje  recibe de la urna matinal luz sagrada  que el vasto azul suaviza con límpida mirada.