Creí que me rompería lo inmenso lo profundo. Con mi pena desnuda, sin contacto, sin eco, me tendí en mi prisión de puertas vírgenes como un muerto sensato que había sabido morir. Un muerto coronado sólo de su nada ... Me tendí sobre las olas absurdas del verano absorbido por amor a la ceniza. La soledad me pareció más viva que la sangre. Quería desunir la vida, quería compartir la muerte con la muerte, entregar mi corazón vacío a la vida borrarlo todo, que no hubiera ni vidrio ni vaho... Nada delante, nada detrás, nada entero. Había eliminado el hielo de las manos juntas, había eliminado la osamenta invernal del voto de vivir que se anula. Tú viniste y se reanimó el fuego, cedió la sombra el frío, aquí abajo se llenó de estrellas y se cubrió la tierra. De tu carne clara me sentí ligero... Viniste, la soledad fue vencida, tuve una guía sobre la tierra y supe dirigirme, me sabía sin medida, adelantaba ganaba tierra y espacio
Literatura de todas partes