Era del año la estación florida en que el mentido robador de Europa (media luna las armas de su frente, y el Sol todos los rayos de su pelo), luciente honor del cielo, en campos de zafiro pace estrellas, cuando el que ministrar podía la copa a Júpiter mejor que el garzón de Ida, náufrago y desdeñado, sobre ausente, lagrimosas de amor dulces querellas da al mar, que condolido, fue a las ondas, fue al viento el mísero gemido, segundo de Arïón dulce instrumento. Del siempre en la montaña opuesto pino al enemigo Noto, piadoso miembro roto, breve tabla, delfín no fue pequeño al inconsiderado peregrino, que a una Libia de ondas su camino fió, y su vida a un leño. Del Océano pues antes sorbido, y luego vomitado no lejos de un escollo coronado de secos juncos, de calientes plumas, alga todo y espumas, halló hospitalidad donde halló nido de Júpiter el ave. Besa la arena, y de la rota nave aquella parte poca que le expuso en la playa dio a la roca; que aun se deja
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