La viejecilla
arrugada sentíase llena de regocijo al ver a la linda criatura festejada por
todos, a quien todos querían agradar; aquel lindo ser tan frágil como ella,
viejecita, y como ella también sin dientes ni cabellos.
Y se le acercó para
hacerle fiestas y gestos agradables.
Pero el niño,
espantado, forcejeaba al acariciarlo la pobre mujer decrépita, llenando la casa
con sus aullidos.
Entonces la viejecilla se retiró a su soledad
eterna, y lloraba en un rincón, diciendo: «¡Ay! Ya pasó para nosotras, hembras
viejas, desventuradas, el tiempo de agradar aun a los inocentes; ¡y hasta
causamos horror a los niños pequeños cuando vamos a darles cariño!»
También puedes escucharlo:
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Charles Baudelaire (1821-1867), escritor francés de gran trascendencia, pieza clave en el paso a lo que hoy se denomina "poesía moderna"
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