Ir al contenido principal

"Blasón", Rubén Darío

El poeta nicaragüense Rubén Darío
Rubén Darío

Blasón

Para la condesa de Peralta.

El olímpico cisne de nieve 
con el ágata rosa del pico 
lustra el ala eucarística y breve 
que abre al sol como un casto abanico.

De la forma de un brazo de lira 

y del asa de un ánfora griega 
es su cándido cuello, que inspira 
como prora ideal que navega.

Es el cisne, de estirpe sagrada, 

cuyo beso, por campos de seda, 
ascendió hasta la cima rosada 
de las dulces colinas de Leda.

Blanco rey de la fuente Castalia, 

su victoria ilumina el Danubio; 
Vinci fue su varón en Italia; 
Lohengrín es su príncipe rubio.

Su blancura es hermana del lino, 

del botón de los blancos rosales 
y del albo toisón diamantino 
de los tiernos corderos pascuales.

Rimador de ideal florilegio, 

es de armiño su lírico manto, 
 y es el mágico pájaro regio 
que al morir rima el alma en un canto.

El alado aristócrata muestra 

lises albos en campo de azur, 
y ha sentido en sus plumas la diestra 
de la amable y gentil  Pompadour.

Boga y boga en el lago sonoro 

donde el sueño de los tristes espera, 
donde aguarda una góndola de oro 
a la novia de Luis de Baviera.

Dad, condesa, a los cisnes cariño; 

dioses son de un país halagüeño, 
y hechos son de perfume, de armiño, 
de luz alba, de seda y de sueño. 

Rubén Darío

Más poemas de Rubén Darío


Más Poesía  |  Cuento  |  Letras de canciones  |  Inicio


El poeta nicaragüense Rubén Darío es considerado el autor padre del movimiento literario denominado Modernismo, que revolucionó el panorama de la literatura, especialmente la lírica, en lengua española.


Comentarios

aads

Entradas populares de este blog

Por el boulevard de los sueños rotos, de Joaquín Sabina, letra de la canción y comentario de texto

  Letra de la canción Por el boulevard de los sueños rotos, de Joaquín Sabina En el bulevar de los sueños rotos vive una dama de poncho rojo, pelo de plata y carne morena. Mestiza ardiente de lengua libre, gata valiente de piel de tigre con voz de rayo de luna llena. Por el bulevar de los sueños rotos pasan de largo los terremotos y hay un tequila por cada duda. Cuando Agustín se sienta al piano Diego Rivera, lápiz en mano, dibuja a Frida Kahlo desnuda. Se escapó de una cárcel de amor, de un delirio de alcohol, de mil noches en vela. Se dejó el corazón en Madrid ¡quien supiera reír! como llora Chavela. Por el bulevar de los sueños rotos desconsolados van los devotos De San Antonio pidiendo besos. Ponme la mano aquí Macorina, rezan tus fieles por las cantinas, Paloma Negra de los excesos. Por el bulevar de los sueños rotos moja una lágrima antiguas fotos y una canción se burla del miedo. Las amarguras no son amargas cuando las canta Chavela Vargas y las escribe un tal José Alfredo. ...

Acabas de salir de tu alcoba... Yo he entrado, Juan Ramón Jiménez

Juan Ramón Jiménez   Acabas de salir de tu alcoba... Yo he entrado... Acabas de salir de tu alcoba... Yo he entrado. está desarreglada, deshojada, marchita... sobre una silla de oro, el corsé perfumado que llevabas la tarde de la última cita... En el sofá -¡oh recuerdos!- la magia de tu enagua, tu huella en el desorden fragante de tu lecho, ¡ah, y en la palangana de plata, sobre el agua, una rosa amarilla que perfumó tu pecho! ¡Y un olor de imposible, de placer no extinguido y saciado, ese más que tiene la belleza, laberinto sin clave, sin fin y sin sentido, que nace con locura y muere con tristeza! Juan Ramón Jiménez Más poemas de Juan Ramón Jiménez | Poesía | Cuento | Inicio

"El primer capítulo", Manuel Gutiérrez Nájera

Manuel Gutiérrez Nájera Cuando a la sala entré, la luz tenías del velador tras la bombilla opaca, y hundida muellemente en la butaca con languidez artística leías. Cerraste el libro al verme, nos hablamos, con gracia seductora sonreíste, los pliegues de tu traje recogiste y los dos frente a frente nos sentamos. Era blanca la bata que hasta el cuello en sus ondas flotantes te arropaba, y blanca aquella rosa que ostentaba, en sus bucles soberbios, tu cabello. ¡Cómo de aquellos ojos la negrura y tu morena y oriental belleza contrastaban, bien, con la frescura   de tus húmedos labios de cereza! ¡Cómo aquel rizo que en ligeras ondas encrespadas, rozándolo, el ambiente, caía apartado de tus trenzas blondas sobre el mármol corintio de tu frente! A veces tu cabeza sacudiendo, los indóciles bucles recogías, y la bata, al moverse, desprendiendo, tu opalina garganta descubrías. El pie, pequeño y tímido escondido, cuando tu cuerpo mórbido ondulaba, imp...