Ya que huyes de mí, Lísida hermosa,
imita las costumbres de esta fuente,
que huye de la orilla eternamente,
y siempre la fecunda generosa.
Huye de mí cortés y desdeñosa,
sígate de mis ojos la corriente,
y, aunque de paso, tanto fuego ardiente
merézcate una hierba y una rosa.
Pues mi pena ocasionas, pues te ríes
del congojoso llanto que derramo
en sacrificio al claustro de rubíes,
perdona lo que soy por lo que amo,
y cuando desdeñosa te desvíes,
llévate allá la voz con que te llamo.
_________________________________
Poesía española de los Siglos de Oro. Francisco de Quevedo.
Comentarios
Publicar un comentario