Ir al contenido principal

"La lujuria", René Char






El águila ve como se borran gradualmente las huellas de la memoria helada
La extensión de la soledad hace apenas visible la presa que huye
A través de cada una de las regiones
Donde uno mata donde a uno lo matan libremente
Presa insensible
Proyectada indistintamente
Más acá del deseo y más allá de la muerte

El soñador embalsamado en su camisa de fuerza
Rodeado de utensilios efímeros
Figuras que se desvanecen apenas formadas
Su revolución celebra la apoteosis de la vida que declina
La desaparición progresiva de las partes lamidas
La caída de los torrentes en la opacidad de las tumbas
Los sudores y malestares que anuncian el fuego central
Y finalmente el universo con todo su pecho atlético
Necrópolis fluvial
Después del diluvio de los rabdomantes

Ese fanático de las nubes
Tiene el poder sobrenatural
De desplazar a considerables distancias
Los paisajes habituales
De romper la armonía acumulada
De tomar irreconocibles los lugares fúnebres
Al día siguiente de los homicidios provechosos
Sin que la conciencia originaria
Se cubra con el deslizamiento purificador del suelo.




René Char (1907-1988), poeta francés.
__________________
Letras de acá y de allá. Blog de literatura

Comentarios

aads

Entradas populares de este blog

Por el boulevard de los sueños rotos, de Joaquín Sabina, letra de la canción y comentario de texto

  Letra de la canción Por el boulevard de los sueños rotos, de Joaquín Sabina En el bulevar de los sueños rotos vive una dama de poncho rojo, pelo de plata y carne morena. Mestiza ardiente de lengua libre, gata valiente de piel de tigre con voz de rayo de luna llena. Por el bulevar de los sueños rotos pasan de largo los terremotos y hay un tequila por cada duda. Cuando Agustín se sienta al piano Diego Rivera, lápiz en mano, dibuja a Frida Kahlo desnuda. Se escapó de una cárcel de amor, de un delirio de alcohol, de mil noches en vela. Se dejó el corazón en Madrid ¡quien supiera reír! como llora Chavela. Por el bulevar de los sueños rotos desconsolados van los devotos De San Antonio pidiendo besos. Ponme la mano aquí Macorina, rezan tus fieles por las cantinas, Paloma Negra de los excesos. Por el bulevar de los sueños rotos moja una lágrima antiguas fotos y una canción se burla del miedo. Las amarguras no son amargas cuando las canta Chavela Vargas y las escribe un tal José Alfredo. ...

Acabas de salir de tu alcoba... Yo he entrado, Juan Ramón Jiménez

Juan Ramón Jiménez   Acabas de salir de tu alcoba... Yo he entrado... Acabas de salir de tu alcoba... Yo he entrado. está desarreglada, deshojada, marchita... sobre una silla de oro, el corsé perfumado que llevabas la tarde de la última cita... En el sofá -¡oh recuerdos!- la magia de tu enagua, tu huella en el desorden fragante de tu lecho, ¡ah, y en la palangana de plata, sobre el agua, una rosa amarilla que perfumó tu pecho! ¡Y un olor de imposible, de placer no extinguido y saciado, ese más que tiene la belleza, laberinto sin clave, sin fin y sin sentido, que nace con locura y muere con tristeza! Juan Ramón Jiménez Más poemas de Juan Ramón Jiménez | Poesía | Cuento | Inicio

"El primer capítulo", Manuel Gutiérrez Nájera

Manuel Gutiérrez Nájera Cuando a la sala entré, la luz tenías del velador tras la bombilla opaca, y hundida muellemente en la butaca con languidez artística leías. Cerraste el libro al verme, nos hablamos, con gracia seductora sonreíste, los pliegues de tu traje recogiste y los dos frente a frente nos sentamos. Era blanca la bata que hasta el cuello en sus ondas flotantes te arropaba, y blanca aquella rosa que ostentaba, en sus bucles soberbios, tu cabello. ¡Cómo de aquellos ojos la negrura y tu morena y oriental belleza contrastaban, bien, con la frescura   de tus húmedos labios de cereza! ¡Cómo aquel rizo que en ligeras ondas encrespadas, rozándolo, el ambiente, caía apartado de tus trenzas blondas sobre el mármol corintio de tu frente! A veces tu cabeza sacudiendo, los indóciles bucles recogías, y la bata, al moverse, desprendiendo, tu opalina garganta descubrías. El pie, pequeño y tímido escondido, cuando tu cuerpo mórbido ondulaba, imp...