Nicanor Parra
Por qué te entregas a esa piedra
niño de ojos almendrados
con el impuro pensamiento
de derramarla contra el árbol.
Quien no hace nunca daño a nadie
no se merece tan mal trato.
Ya sea sauce pensativo
ya melancólico naranjo
debe ser siempre por el hombre
bien distinguido y respetado:
niño perverso que lo hiera
hiere a su padre y a su hermano.
Yo no comprendo, francamente,
cómo es posible que un muchacho
tenga este gesto tan indigno
siendo tan rubio y delicado.
Seguramente que tu madre
no sabe el cuervo que ha criado,
te cree un hombre verdadero,
yo pienso todo lo contrario:
creo que no hay en todo Chile
niño tan mal intencionado.
¡Por qué te entregas a esa piedra
como a un puñal envenenado,
tú que comprendes claramente
la gran persona que es el árbol!
Él da la fruta deleitosa
más que la leche, más que el nardo;
leña de oro en el invierno,
sombra de plata en el verano
y, lo que es más que todo junto,
crea los vientos y los pájaros.
Piénsalo bien y reconoce
que no hay amigo como el árbol,
adonde quiera que te vuelvas
siempre lo encuentras a tu lado,
vayas pisando tierra firme
o móvil mar alborotado,
estés meciéndote en la cuna
o bien un día agonizando,
más fiel que el vidrio del espejo
y más sumiso que un esclavo.
Medita un poco lo que haces
mira que Dios te está mirando,
ruega al señor que te perdone
de tan gravísimo pecado
y nunca más la piedra ingrata
salga silbando de tu mano.
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Nicanor Parra
De Poemas y antipoemas (Santiago, Nascimento,1954)
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