Ir al contenido principal

A una amazona, poema de Alberto Ángel Montoya

El poeta colombiano Alberto Ángel Montoya
Alberto Ángel Montoya
 


A una amazona (G.B.)


                                   "El hombre sólo es completo a caballo".

                                                                        J. Barbey D'Aurevilly


Quiero soñar contigo, rubia y alta amazona

que has cruzado esta tarde mis predios sin saber

que el hombre por quien vuelves e irrumpes en la zona

clausurada del parque, no es el mismo de ayer.

Has salvado los fosos y has saltado los setos.

El viejo jardinero me ha dicho que eres tú.

Rubia y alta amazona de los claros sonetos

que yo escribí una noche porque no estabas tú.

Otra mujer cercaba mis horas con los lazos

del placer, y en su grito yo añoraba tu voz

porque el recuerdo triste de una aurora en tus brazos

segaba los minutos como al trigo la hoz.

Si te amé, no sabría contestarle a mi duda.

Si me amaste, qué importa?... yo te amaba tal vez.

Ibas por vez primera bajo el traje desnuda,

ya desceñido el cuerpo de su alba doncellez.

Llevabas en tus labios tu deseo primero

y en los ojos azules tu lejano país.

Un bucle blondo y firme. Firme y alto el sombrero.

Las cárdenas violetas sobre tu traje gris.

Erguíase tu cuerpo tan fino como un tallo

floral, a cuyo extremo tu rostro era la flor.

¿Te acuerdas?... Sólo un día... Tu traje...  Tu caballo.

Trotábamos, y el trote fue mi verso mejor.

Se asomaban los párvulos paisajes al camino

por mirarte a caballo y a mi lado pasar.

Y era el camino largo, como tu cuerpo fino.

Y era todo el camino de luz crepuscular.

Fulgía el campo verde como una esmeralda

que se hubiese caído de la mano de Dios.

Trotábamos, y el viento jugaba con tu falda.

Tu caballo -aún recuerdo- se llamaba Panglós.


II

Puedes entrar, si quieres. Llama al buen jardinero.

Desciende del caballo y avanza el breve pie

por las graves estancias y entra al salón severo,

que el fuego está encendido y es la hora del té.

Aún el diván imita la curva de tu pierna.

Y aún el fuego en las llamas imita tu carmín.

Un sólo instante efímero te hizo en mi verso eterna,

y el tiempo está en tu nombre sin principio ni fin.

Al filo del recuerdo se han tronchado mis días.

-La Garconne... Mary Duchess... Childe Harold... Sans-a-tout-

Puedes entrar si quieres en las cuadras vacías;

yo vendí los caballos; no lo hagas nunca tú.

Guarda como un tesoro tu júbilo. Esa intacta

alegría de entonces...Mi dolor, qué más da?

Y haz grabar en tus bridas esta sentencia exacta: "Sólo es completo el hombre cuando a caballo va".


Alberto Ángel Montoya


Comentarios

aads

Entradas populares de este blog

El obstáculo, cuento de Juan Carlos Onetti

  Juan Carlos Onetti   El obstáculo        Se fue deteniendo con lentitud, temeroso de que la cesación brusca de los pasos desequilibrara violentamente el conjunto de ruidos mezclados en el silencio. Silencio y sombras en una franja que corría desde el rugido sordo de la usina iluminada hasta las cuatro ventanas del club, mal cerradas para las risas y el choque de los vasos. También, a veces, los tacazos en la mesa de billar. Silencio y sombras acribillados por el temblor de los grillos en la tierra y el de las estrellas en el cielo alto y negro.       Ya debían ser las diez, no había peligro. Dobló a la derecha y entró en el monte, caminando con cuidado sobre el crujir de las hojas, mientras sostenía el saco contra la espalda, los brazos cruzados en el pecho. Oscuro y frío; pero sabía el camino de memoria y la boca entreabierta le iba calentando el pecho, deslizando largas pinceladas tibias bajo la listada camisa gri...

"El primer capítulo", Manuel Gutiérrez Nájera

Manuel Gutiérrez Nájera Cuando a la sala entré, la luz tenías del velador tras la bombilla opaca, y hundida muellemente en la butaca con languidez artística leías. Cerraste el libro al verme, nos hablamos, con gracia seductora sonreíste, los pliegues de tu traje recogiste y los dos frente a frente nos sentamos. Era blanca la bata que hasta el cuello en sus ondas flotantes te arropaba, y blanca aquella rosa que ostentaba, en sus bucles soberbios, tu cabello. ¡Cómo de aquellos ojos la negrura y tu morena y oriental belleza contrastaban, bien, con la frescura   de tus húmedos labios de cereza! ¡Cómo aquel rizo que en ligeras ondas encrespadas, rozándolo, el ambiente, caía apartado de tus trenzas blondas sobre el mármol corintio de tu frente! A veces tu cabeza sacudiendo, los indóciles bucles recogías, y la bata, al moverse, desprendiendo, tu opalina garganta descubrías. El pie, pequeño y tímido escondido, cuando tu cuerpo mórbido ondulaba, imp...

Poemas de Rubén Darío

 Poemas de Rubén Darío Rubén Darío Lista alfabética de poemas de Rubén Darío por título o por primer verso: A Amado Nervo   A aquel pobre muchacho (Abrojos XXVI)   A Colón   Advierte si fue profundo (Abrojos XXII)   A Juan Ramón Jiménez   Alaba los ojos negros de Julia   ¡Aleluya!   Allá en la playa quedó la nina   Allá está la cumbre   Allá lejos   Al rey Óscar   A las evocaciones clásicas   Al oír sus razones (Abrojos VII)     Amada, la noche llega   Amado Nervo   A maestre Gonzalo de Berceo   A Margarita Debayle (Margarita, está linda la mar...)   Ama tu ritmo y ritma tus acciones   Amo los pálidos rostros   Anagké   Animará la virgen tierra   Ano nuevo   A Phocás, el campesino    Aquella frente de virgen (Abrojos XXIX)   Argentina, Argentina   Argentina, el cantor ha oteado   Argentina, el día que te vistes de gala   Argentina, re...