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Habla más suave, Adam Zagajewski

 Habla más suave

Adam Zagajewski
Adam Zagajewski


Habla más suave: eres mayor que aquel

que fuiste tanto tiempo; eres mayor

que tú mismo y sigues sin saber

qué es la ausencia, el oro, la poesía.


El agua sucia anegó la calle; una tormenta breve

sacudió esta ciudad plana, adormecida.

Cada tormenta es un adiós, cientos de fotógrafos

parecen sobrevolarnos, inmortalizar con flash

segundos de miedo y pánico.


Sabes qué es el duelo, la desesperación

violenta que ahoga el ritmo cardiaco y el futuro.

Entre extraños llorabas, en un moderno almacén

donde el dinero, ágil, sin cesar, circulaba.


Has visto Venecia, y Siena, y en los lienzos, en la calle,

jovencísimas, tristes Madonnas que ansiaban ser

muchachas normales y bailar en carnaval.


Has visto incluso pequeñas urbes, nada bonitas,

gente vieja extenuada por el sufrimiento y el tiempo.

Ojos de santos morenos brillando en iconos

medievales, ojos ardientes de bestias salvajes.


Entre los dedos cogías guijarros de la playa La Galere,

y de pronto sentías por ellos una inmensa ternura,

por ellos y por el pino frágil, por todos los que allí

estuvieron contigo y por el mar,

que aunque potente, es tan solitario.


Una ternura inmensa, como si fuésemos huérfanos

de la misma casa, para siempre apartados los unos de los otros,

condenados a breves momentos de visitas

en las frías cárceles de la actualidad.


Habla más suave: ya no eres joven,

el éxtasis ha de pactar con semanas de ayuno,

has de elegir y abandonar, dar largas


y hablar extensamente con embajadores de secos países

y labios cuarteados, has de esperar,

escribir cartas, leer libros de quinientas páginas.

Habla más suave. No abandones la poesía.




Adam Zagajewski


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