Ir al contenido principal

"Prólogo" de Abrojos, Rubén Darío

El poeta Rubén Darío
Rubén Darío


PRÓLOGO

A Manuel Rodríguez Mendoza,
de la redacción de «La Época»


          I

Sí, yo he escrito estos Abrojos

tras largas penas y agravios,
ya con la risa en los labios,
ya con el llanto en los ojos.

Tu noble y leal corazón,

tu cariño, me alentaba
cuando entre los dos mediaba
la mesa de redacción.

Yo, haciendo versos, Manuel,

descocado, antimetódico,
en el margen de un periódico,
o en un trozo de papel.

Tú , aplaudiendo o censurando,

censurando o aplaudiendo
como crítico tremendo,
o como crítico blando.

Entonces, ambos a dos,

de mil ambiciones llenos,
con dos corazones buenos
y honrados, gracias a Dios,

hicimos dulces memorias,

trajimos gratos recuerdos,
y no nos hallamos lerdos
en ese asunto de glorias.

Y pensamos en ganarlas

paso a paso y poco a poco...
Y ya huyendo el tiempo loco
de nuestras amigas charlas,

nos confiamos los enojos,

las amarguras, los duelos,
los desengaños y anhelos...
y nacieron mis Abrojos.

Obra, sin luz ni donaire,

que al compañero constante
le dedica un fabricante
de castillos en el aire.

Obra sin luz, es verdad,

pues rebosa amarga pena;
y para toda alma buena
la pena es oscuridad.

Sin donaire, porque el chiste

no me buscó, ni yo a él;
ya tú bien sabes, Manuel,
que yo tengo el vino triste.

          II


Juntos hemos visto el mal

y en el mundano bullicio,
cómo para cada vicio,
se eleva un arco triunfal.

Vimos perlas en el lodo,

burla y baldón a destajo,
el delito por debajo
y la hipocresía en todo.

Bondad y hombría de bien,

como en el mar las espumas,
y palomas con las plumas
recortadas a cercén.

Mucho tigre carnicero,

bien enguantadas las uñas,
y muchísimas garduñas
con máscaras de cordero.

La poesía con anemia,

con tisis el ideal,
bajo la capa el puñal
y en la boca la blasfemia.

La envidia que desenrosca

su cuerpo y muerde con maña;
y en la tela de la araña
a cada paso la mosca...

¿Eres artista? Te afeo.

¿Vales algo? Te critico.
Te aborrezco si eres rico,
y si pobre, te apedreo.

Y de la honra haciendo el robo

e hiriendo cuanto se ve,
sale cierto lo de que
el hombre del hombre es lobo.

          III


No predico, no interrogo.

De un sermón ¡qué se diría!
Esto no es una homilía,
sino amargo desahogo.

Si hay versos de amores, son

las flores de un amor muerto
que brindo al cadáver yerto
de mi primera pasión.

Si entre esos íntimos versos

hay versos envenenados,
lean los hombres honrados
que son para los perversos.

Y tú, mi buen compañero,

toma el libro; que en verdad
de poeta y caballero,
con mis Abrojos no hiero
las manos de la amistad. 

Rubén Darío


Más poemas de Rubén Darío


Más Poesía  |  Cuento  |  Letras de canciones  |  Inicio



El poeta nicaragüense Rubén Darío es considerado el autor padre del movimiento literario denominado Modernismo.

Comentarios

aads

Entradas populares de este blog

Por el boulevard de los sueños rotos, de Joaquín Sabina, letra de la canción y comentario de texto

  Letra de la canción Por el boulevard de los sueños rotos, de Joaquín Sabina En el bulevar de los sueños rotos vive una dama de poncho rojo, pelo de plata y carne morena. Mestiza ardiente de lengua libre, gata valiente de piel de tigre con voz de rayo de luna llena. Por el bulevar de los sueños rotos pasan de largo los terremotos y hay un tequila por cada duda. Cuando Agustín se sienta al piano Diego Rivera, lápiz en mano, dibuja a Frida Kahlo desnuda. Se escapó de una cárcel de amor, de un delirio de alcohol, de mil noches en vela. Se dejó el corazón en Madrid ¡quien supiera reír! como llora Chavela. Por el bulevar de los sueños rotos desconsolados van los devotos De San Antonio pidiendo besos. Ponme la mano aquí Macorina, rezan tus fieles por las cantinas, Paloma Negra de los excesos. Por el bulevar de los sueños rotos moja una lágrima antiguas fotos y una canción se burla del miedo. Las amarguras no son amargas cuando las canta Chavela Vargas y las escribe un tal José Alfredo. ...

Acabas de salir de tu alcoba... Yo he entrado, Juan Ramón Jiménez

Juan Ramón Jiménez   Acabas de salir de tu alcoba... Yo he entrado... Acabas de salir de tu alcoba... Yo he entrado. está desarreglada, deshojada, marchita... sobre una silla de oro, el corsé perfumado que llevabas la tarde de la última cita... En el sofá -¡oh recuerdos!- la magia de tu enagua, tu huella en el desorden fragante de tu lecho, ¡ah, y en la palangana de plata, sobre el agua, una rosa amarilla que perfumó tu pecho! ¡Y un olor de imposible, de placer no extinguido y saciado, ese más que tiene la belleza, laberinto sin clave, sin fin y sin sentido, que nace con locura y muere con tristeza! Juan Ramón Jiménez Más poemas de Juan Ramón Jiménez | Poesía | Cuento | Inicio

"El primer capítulo", Manuel Gutiérrez Nájera

Manuel Gutiérrez Nájera Cuando a la sala entré, la luz tenías del velador tras la bombilla opaca, y hundida muellemente en la butaca con languidez artística leías. Cerraste el libro al verme, nos hablamos, con gracia seductora sonreíste, los pliegues de tu traje recogiste y los dos frente a frente nos sentamos. Era blanca la bata que hasta el cuello en sus ondas flotantes te arropaba, y blanca aquella rosa que ostentaba, en sus bucles soberbios, tu cabello. ¡Cómo de aquellos ojos la negrura y tu morena y oriental belleza contrastaban, bien, con la frescura   de tus húmedos labios de cereza! ¡Cómo aquel rizo que en ligeras ondas encrespadas, rozándolo, el ambiente, caía apartado de tus trenzas blondas sobre el mármol corintio de tu frente! A veces tu cabeza sacudiendo, los indóciles bucles recogías, y la bata, al moverse, desprendiendo, tu opalina garganta descubrías. El pie, pequeño y tímido escondido, cuando tu cuerpo mórbido ondulaba, imp...