¡Qué admirable día! El vasto parque desmaya ante la mirada
abrasadora del Sol, como la juventud bajo el dominio del Amor.
El éxtasis universal de las cosas no se expresa por ruido
ninguno; las mismas aguas están como dormidas. Harto diferente de las fiestas
humanas, ésta es una orgía silenciosa.
Diríase que una luz siempre en aumento da a las cosas un
centelleo cada vez mayor; que las flores excitadas arden en deseos de rivalizar
con el azul del cielo por la energía de sus colores, y que el calor, haciendo visibles
los perfumes, los levanta hacia el astro como humaredas.
Pero entre el goce universal he visto un ser afligido.
A los pies de una Venus colosal, uno de esos locos artificiales,
uno de esos bufones voluntarios que se encargan de hacer reír a los reyes
cuando el remordimiento o el hastío los obsesiona, emperejilado con un traje
brillante y ridículo, con tocado de cuernos y cascabeles, acurrucado junto al
pedestal, levanta los ojos arrasados en lágrimas hacia la inmortal diosa.
Y dicen sus ojos: Soy el último, el más solitario de los seres
humanos, privado de amor y de amistad; soy inferior en mucho al animal más
imperfecto. Hecho estoy, sin embargo, yo también, para comprender y sentir la
inmortal belleza. ¡Ay! ¡Diosa! ¡Tened piedad de mi tristeza y de mi delirio!»
Pero la Venus implacable mira a lo lejos no sé qué con sus ojos
de mármol.
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Charles Baudelaire (1821-1867), escritor francés de gran trascendencia, pieza clave en el paso a lo que hoy se denomina "poesía moderna"
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Letras de acá y de allá. Blog de Literatura.
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