Rubén Darío
ABROJOS - XVIII
Cantaba como un canario
mi amada alegre y
gentil,
y danzaba al son
del piano,
del oboe y del
violín.
Y era el ruido
estrepitoso
de su rítmico
reír,
eco de áureas
campanillas,
son de lira de
marfil,
sacudidas en el
aire
por un loco
serafín.
Y eran su canto,
su baile,
y sus carcajadas
mil,
puñaladas en el
pecho,
puñaladas para
mí,
de las cuales
llevo adentro
la imborrable
cicatriz.
Rubén Darío
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