Ir al contenido principal

"Melancolía", Leopoldo Lugones

Leopoldo Lugones






A la hora en que a la tarde le aparecen ojeras,

Cuando aquieto mis pasos por las tristes riveras
Donde entre brumas lilas esfúmanse las naves,
Y afligen como adioses los vuelos de las aves,
Que afrontan lejanías hondas como la muerte;
Cuando el sol moribundo sangre pálida vierte
En la imperial fatiga de su grandeza inútil;
Cuando el amor es necio; cuando la gloria es fútil;
Cuando la misma pena, por el cansancio trunca,
Conoce el desconsuelo de no revivir nunca;
Cuando en el pecho amagan incurables dolencias;
Cuando en el alma hay naves que preceden ausencias:
Lo que en ambos fue dicha reza en mí una plegaria.

Vístese de heliótropo la tarde solitaria;

Los pensativos sauces despídense del día
Con un desasosiego tal, que se creería
Hallar bajo cada uno de los sauces aquellos,
Una huérfana pálida de lánguidos cabellos.

Algo tuvo que gime flota en el oleaje

Taciturno, y agrava la inquietud del paisaje.
Y estoy tan triste, tanto, que ni llorarte puedo;
Pues bajo esa nostalgia que se acurruca en miedo,
No sé por qué inconclusa sugestión de las brisas,
Sufro, y las mismas lágrimas se me vuelven sonrisas.




________________________

Género literario: Poesía

País: Argentina

Comentarios

aads

Entradas populares de este blog

Por el boulevard de los sueños rotos, de Joaquín Sabina, letra de la canción y comentario de texto

  Letra de la canción Por el boulevard de los sueños rotos, de Joaquín Sabina En el bulevar de los sueños rotos vive una dama de poncho rojo, pelo de plata y carne morena. Mestiza ardiente de lengua libre, gata valiente de piel de tigre con voz de rayo de luna llena. Por el bulevar de los sueños rotos pasan de largo los terremotos y hay un tequila por cada duda. Cuando Agustín se sienta al piano Diego Rivera, lápiz en mano, dibuja a Frida Kahlo desnuda. Se escapó de una cárcel de amor, de un delirio de alcohol, de mil noches en vela. Se dejó el corazón en Madrid ¡quien supiera reír! como llora Chavela. Por el bulevar de los sueños rotos desconsolados van los devotos De San Antonio pidiendo besos. Ponme la mano aquí Macorina, rezan tus fieles por las cantinas, Paloma Negra de los excesos. Por el bulevar de los sueños rotos moja una lágrima antiguas fotos y una canción se burla del miedo. Las amarguras no son amargas cuando las canta Chavela Vargas y las escribe un tal José Alfredo. ...

Acabas de salir de tu alcoba... Yo he entrado, Juan Ramón Jiménez

Juan Ramón Jiménez   Acabas de salir de tu alcoba... Yo he entrado... Acabas de salir de tu alcoba... Yo he entrado. está desarreglada, deshojada, marchita... sobre una silla de oro, el corsé perfumado que llevabas la tarde de la última cita... En el sofá -¡oh recuerdos!- la magia de tu enagua, tu huella en el desorden fragante de tu lecho, ¡ah, y en la palangana de plata, sobre el agua, una rosa amarilla que perfumó tu pecho! ¡Y un olor de imposible, de placer no extinguido y saciado, ese más que tiene la belleza, laberinto sin clave, sin fin y sin sentido, que nace con locura y muere con tristeza! Juan Ramón Jiménez Más poemas de Juan Ramón Jiménez | Poesía | Cuento | Inicio

"El primer capítulo", Manuel Gutiérrez Nájera

Manuel Gutiérrez Nájera Cuando a la sala entré, la luz tenías del velador tras la bombilla opaca, y hundida muellemente en la butaca con languidez artística leías. Cerraste el libro al verme, nos hablamos, con gracia seductora sonreíste, los pliegues de tu traje recogiste y los dos frente a frente nos sentamos. Era blanca la bata que hasta el cuello en sus ondas flotantes te arropaba, y blanca aquella rosa que ostentaba, en sus bucles soberbios, tu cabello. ¡Cómo de aquellos ojos la negrura y tu morena y oriental belleza contrastaban, bien, con la frescura   de tus húmedos labios de cereza! ¡Cómo aquel rizo que en ligeras ondas encrespadas, rozándolo, el ambiente, caía apartado de tus trenzas blondas sobre el mármol corintio de tu frente! A veces tu cabeza sacudiendo, los indóciles bucles recogías, y la bata, al moverse, desprendiendo, tu opalina garganta descubrías. El pie, pequeño y tímido escondido, cuando tu cuerpo mórbido ondulaba, imp...